
Escribir puede ser un tormento, por que siempre pensamos si alguien alguna vez lo leerá, si merecerá la pena lanzar gritos al cielo para que queden mudos por el viento.
Como Cyrano, yo también siento ese extraño privilegio divino a la hora de escribir, convirtiendo al papel en mi propia mascara, y haciendo de amante a escondidas mientras otro se asume el mérito.
Si, sentarse hoy a escribirte es una difícil tarea, en mi cabeza bailan demasiadas ideas, dudas, miedos, temores, esperanzas, pequeñas alegrías y, en fin, una multitud de duendecillos pertenecientes todos a bosques diferentes y a lenguas iguales de distantes. Mi mayor temor es dejarme llevar, y débilmente aguanto, con cadenas de papel, eso si, muy precavidas, lo que mi corazón ansía o busca. Dicen que no puedo vivir si no es enamorada, dicen de mi que tiendo a convertirlo todo en un pasaje de Shakespeare con algunas gotas de comedia americana, dicen de mi que continuamente meto la pata, vaya... incluso dicen de mi que no se vivir sola, pero sabes, no me importa, en el fondo, a pesar de todo lo que sienta, nunca estaré sola, siempre habrá alguna fantasía que acompañe mis manos y me haga plasmarlas en el papel, quizás nadie las lea, pero al menos podré sentirme orgullosa de haber sido madre de esas letras. Eso es mucho sin duda, al menos más que quedarme quieta viendo dar vueltas a mi reloj... que por cierto, ahora no llevo.
No se que decirte hoy, solo que hoy te eché de menos, pero… bueno, llevo haciéndolo toda mi vida, así que un días mas no importa demasiado, je, sonrío, quizás por que me gusta sonreír o quizás por que imagino tu cara leyendo este gatuperio de palabras prácticamente incoherentes y llenas de egocentrismo barato, y puede que hayas sonreído en algún momento (por la razón que sea)... dos sonrisas ya merecen la pena, más aun si a pesar de la distancia en el tiempo o en la lejanía, tengan una carta como vínculo entre ellas.
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